lunes, 29 de septiembre de 2014

Coetzee.







Ese es el gran secreto de las mujeres, eso es lo que les da ventaja sobre los hombres como nosotros. Saben cuándo ceder, cuándo echarse a llorar. Nosotros no lo sabemos. Aguantamos, embotellamos la pena dentro de nosotros, la encerramos a cal y canto, hasta que se convierte en el mismísimo demonio. Y entonces nos da por cometer alguna estupidez, solo con tal de librarnos de la pena, aunque no sea más que un par de horas. Sí, cometemos alguna estupidez que luego habremos de lamentar durante toda la vida. Las mujeres conocen el secreto de las lágrimas.


J M Coetzee
El Maestro de Petersburgo

viernes, 26 de septiembre de 2014

Coetzee




Deposita la maleta sobre la cama y la abre. Encima de todo encuentra un traje de algodón blanco bien doblado. aprieta la frente contra el tejido y muy débilmente le llega el olor a de su hijo.Respira hondo una y otra vez, pensando: es su espíritu que entra en mí.

Cuando la muerte siega todos los demás lazos, aún queda el nombre. El bautismo: la unión de un alma con un nombre, el nombre que llevará por siempre, para toda la eternidad.

Las lágrimas le sientan bien a su manera, como un suave velo de ceguera que se interpone entre  el mundo y él.

Piensa en los dolientes de un velatorio, piensa en cómo se abalanzan sobre la comida y la bebida. Hay en eso una especie de exultación, una jactancia que se espeta en la cara de la muerte : a nosotros no nos tienes!


Fragmentos de la primera parte de
El Maestro de Petersburgo
JM Coetzee

lunes, 15 de septiembre de 2014

Thoreau . sobre la vida cotidiana



Por la noche los hombres vuelven a casa dócilmete desde el campo o la calle de al lado, donde los persiguen los ecos domésticos y su vida languidece porque allí respiran tan sólo su propio aliento; mañana y tarde, sus sombras llegan más allá de donde quedaron sus pasos cotidianos. Cada día deberíamos regresar al hogar de lejos, de aventuras, peligros y descubrimientos, con experiencias nuevas y el carácter renovado.


Walden
Henry David Thoreau

lunes, 8 de septiembre de 2014

No se contar hasta uno.



El tiempo sólo es el río en el que voy a pescar. Bebo en él ; pero mientras bebo veo el lecho arenoso y constato su poca profundidad. Su débil corriente se desliza a lo lejos, pero la eternidad permanece. Querría beber en lo profundo, y pescar en el cielo, en un fondo pedregoso repleto de estrellas. No puedo contar hasta uno. No conozco la primera letra del alfabeto. Siempre he lamentado no ser tan sabio como lo fui el día en que nací. La inteligencia es una cuchilla : discierne y abre su camino en el secreto de las cosas. No deseo tener mis manos más ocupadas de lo necesario. Mi cabeza es manos y pies. Siento concentradas en ella mis mejores facultades. Mi instinto me dice que mi cabeza es un órgano excavador, como lo son los hocicos y las patas delanteras de algunos animales y ella me servirá para minar y horadar mi camino a través de estas colinas. Creo que el filón más rico se halla en los alrededores, me fío de la varita mágica y de  los finos vapores que se elevan desde la tierra, y aquí comenzaré a excavar.

jueves, 4 de septiembre de 2014

Thoreau. Walden y la ropa



Cada día que pasa nuestras prendas se parecen más a nosotros, y reciben la marca del carácter personal, hasta el punto de que retrasamos el momento de deshacernos de ellas, querríamos aplicarles el tratamiento médico y hasta una cierta solemnidad parecida a la que tenemos con nuestro cuerpo. Nunca un hombre perdió mi estima por tener un remiendo en sus ropas; sin embargo estoy seguro de que, por lo general, existe mayor preocupación por llevar ropa a la moda o por lo menos limpia y sin remiendos, que por vivir con la conciencia sosegada pero, aún  cuando no se haya zurcido la rasgauira, quizás el peor vicio que así se expone sea la imprevisión. A veces pongo a prueba a mis conocidos con preguntas como esta: "¿ Quién de ustedes llevaría un remiendo o si quiera un par de costuras de más a la altura de la rodilla?". Muchos de los interrogados reaccionan como si su vida pudiera arruinarse si lo hicieran. Para ellos sería preferible ir renqueando por la ciudad con una pierta rota que con un pantalón roto. A menudo, cuando un caballero sufre un accidente que afecta sus piernas, puede arreglárselas, pero si el accidente le ocurre a las perneras de sus pantalones, entonces ya no hay solución, porque el hombre no tiene en cuenta lo que es verdaderamente respetable, sino lo que suele respetarse. Conocemos solo a unos pocos hombres, pero una gran cantidad de chaquetas y calzones.