viernes, 26 de septiembre de 2014

Coetzee




Deposita la maleta sobre la cama y la abre. Encima de todo encuentra un traje de algodón blanco bien doblado. aprieta la frente contra el tejido y muy débilmente le llega el olor a de su hijo.Respira hondo una y otra vez, pensando: es su espíritu que entra en mí.

Cuando la muerte siega todos los demás lazos, aún queda el nombre. El bautismo: la unión de un alma con un nombre, el nombre que llevará por siempre, para toda la eternidad.

Las lágrimas le sientan bien a su manera, como un suave velo de ceguera que se interpone entre  el mundo y él.

Piensa en los dolientes de un velatorio, piensa en cómo se abalanzan sobre la comida y la bebida. Hay en eso una especie de exultación, una jactancia que se espeta en la cara de la muerte : a nosotros no nos tienes!


Fragmentos de la primera parte de
El Maestro de Petersburgo
JM Coetzee

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