jueves, 4 de septiembre de 2014

Thoreau. Walden y la ropa



Cada día que pasa nuestras prendas se parecen más a nosotros, y reciben la marca del carácter personal, hasta el punto de que retrasamos el momento de deshacernos de ellas, querríamos aplicarles el tratamiento médico y hasta una cierta solemnidad parecida a la que tenemos con nuestro cuerpo. Nunca un hombre perdió mi estima por tener un remiendo en sus ropas; sin embargo estoy seguro de que, por lo general, existe mayor preocupación por llevar ropa a la moda o por lo menos limpia y sin remiendos, que por vivir con la conciencia sosegada pero, aún  cuando no se haya zurcido la rasgauira, quizás el peor vicio que así se expone sea la imprevisión. A veces pongo a prueba a mis conocidos con preguntas como esta: "¿ Quién de ustedes llevaría un remiendo o si quiera un par de costuras de más a la altura de la rodilla?". Muchos de los interrogados reaccionan como si su vida pudiera arruinarse si lo hicieran. Para ellos sería preferible ir renqueando por la ciudad con una pierta rota que con un pantalón roto. A menudo, cuando un caballero sufre un accidente que afecta sus piernas, puede arreglárselas, pero si el accidente le ocurre a las perneras de sus pantalones, entonces ya no hay solución, porque el hombre no tiene en cuenta lo que es verdaderamente respetable, sino lo que suele respetarse. Conocemos solo a unos pocos hombres, pero una gran cantidad de chaquetas y calzones.

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