Paul Valéry
Cahiers
La
poesía, no se refiere a nada.
No
tiene puntos de referencia. No sirve a referentes establecidos, como ocurre con
la prosa, que se mueve hacia algo exterior y lejano, para adentrarse en él y
reducir la distancia en proximidad.
La
poesía parece querer definir los objetos, pero, en realidad, lo que hace es
despilfarrar su energía en definirse, en ponerse fines, límites, fronteras.
El
símil más ilustrativo vuelve a ser la danza.
La
poesía hace con el lenguaje lo que la danza hace con el cuerpo: sustraerlo de
su función ordinaria, sacarlo de la insensibilidad cotidiana, re-descubrirlo,
renovarlo: experimentar con él un hecho nuevo.
La
poesía trabaja con usos innaturales y suntuarios del lenguaje, luchando contra
los automatismos de la comunicación habitual, proponiendo una comprensión que
vale por una invención.
No
hay poesía sino de lo único.
Lo
único, según sabemos, crea en su torno un hiato de intermitencia.
Nada
puede ser continuo de lo único.
Sólo
lo inexistente es bello, en tanto carece de existencia genérica.
La
poesía es el infierno de las cosas incomparables.