Lo confieso, no soy hombre de bilbliotecas, esos enormes conservatorios de lo impreso. Amo demasiado los libros para soportar visitarlos tan solo y poder abandonar los volúmenes , a la hora de cerrar, a los guardianes de sus gloriosas Bastillas. Me gusta que los libros compartan mi vida, me acompañen, callejeen, trabajen y duerman en mi compañia, se rocen con las venturas del día y los caprichos del tiempo, acepten citas conmigo a horas "imposibles", ronroneen con la gata al pie de mi cama, o se arrastren con ella en la hierba, doblen un poco la punta de sus páginas en la hamaca de verano, se pierdan y se encuentren de nuevo.
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